Cuando jui para la Pampa
llevaba mi corazón
contento como un chirigüe,
pero allá se me murió.
Primero perdà las plumas
y luego perdà la voz.
Y arriba quemando el sol.
Cuando vide los mineros
dentro de su habitación,
me dije: mejor habita
en su concha el caracol,
o a la sombra de las leyes
el refinado ladrón.
Y arriba quemando el sol.
Las hileras de casuchas
frente a frente, sÃ, señor;
las hileras de mujeres
frente al único pilón,
cada una con su balde
y con su cara de aflicción. *
Y arriba quemando el sol.
Fuimos a la pulperÃa
para comprar la ración,
veinte artÃculos no cuentan
la rebaja de rigor.
Con la canasta vacÃa
volvimos a la pensión.
Y arriba quemando el sol.
Zona seca de la Pampa,
yo leo en un cartelón. **
Sin embargo, van y vienen
las botellas de licor.
Claro que no son del pobre,
contrabando, o qué sé yo.
Y arriba quemando el sol.
Paso por un pueblo muerto,
se me nubla el corazón,
aunque donde habita gente
la muerte es mucho mayor.
Enterraron la justicia
enterraron la razón.
Y arriba quemando el sol.
Si alguien dice que yo sueño
cuentos de ponderación,
digo que esto pasa en Chuqui,
pero en Santa Juana es peor.
El minero ya no sabe
lo que vale su dolor.
Y arriba quemando el sol.
Me volvà para Santiago
sin comprender el color
con que pintan la noticia
cuando el pobre dice no.
Abajo, la noche oscura,
oro, salitre y carbón.
Y arriba quemando el sol.